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Diario Tiempo argentino: entrevista a Claudia Kozak con motivo de la publicación de Tecnopoéticas argentinas. Archivo blando de arte y tecnología
15 de diciembre de 2012

Tiempo Argentino - Nota de tapa Suplemento Cultura - Edición impresa del domingo 16-12-2012

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15.12.2012 | entrevista A Claudia Kozak

La creación artística interpelada por las nuevas tecnologías

En Tecnopoéticas argentinas la investigadora propone un recorrido por las claves del arte narrativo, audiovisual y poético del presente a través de artículos de artistas y académicos que reflexionan sobre la forma en que la tecnología incide en el campo del arte. 

Por:
Nicolás Mavrakis


 Entre las novedades que la tecnología ha injertado al tejido habitual de lo cotidiano, la era digital ha cambiado también la manera en que se produce, circula y se percibe el arte. En ese sentido, una poética, es decir, una sumatoria de reglas, procedimientos, pretensiones (y fantasías y deseos) a través de los cuales ese arte se imagina a sí mismo y al mundo que la contiene, frente a frente con la tecnología de su época, pueden construir una tecnopoética. Un punto de partida inicial ante un inexplorado abanico de nuevas posibilidades.

Editado por la doctora en Letras, investigadora y docente Claudia Kozak, Tecnopoéticas argentinas (Caja Negra, 2012) reúne diversos textos que, con entradas de estilo digital en una pequeña enciclopedia analógica de fronteras aún abiertas, recorre las claves del arte narrativo, audiovisual y poético del presente. "Hay ciertos momentos históricos en los que el complejo tecnológico cobra mayor visibilidad que en otros; de alguna manera define a una época e interpela a diferentes esferas de la actividad humana. El arte sería una de ellas. Al menos desde la Revolución Industrial en adelante, Occidente fue generando estos picos de visibilidad. Hoy se lo podría etiquetar en amplias zonas del planeta como digital o incluso bioinformacional. Y una parte considerable del arte se hace cargo de eso. Esas serían las tecnopoéticas contemporáneas. No sólo en el llamado primer mundo sino también en la Argentina, tanto como en Latinoamérica y muchos otros lugares", explica Kozak, encargada de la selección de artículos de artistas y académicos vinculados a la reflexión en torno a nuevas tecnopoéticas como Esteban Castromán, Flavia Costa, Charly Gradin, Alelí Jait, Laura Novoa, María Fernanda Pinta y Lucía Stubrin, entre otros.

Si cada época ha entramado sus propias relaciones entre la tecnología disponible y el arte imaginable, la expansión cuantitativa cada vez más amplia de la era digital parece haber multiplicado también como nunca antes la posibilidad de que diversos artistas, desde muy diversas disciplinas, coloquen sus propias poéticas en un lugar de interrogación y experimentación permanente. ¿Pero es esa nueva posibilidad una fuerza homogénea en el territorio del arte o cada país desarrolla sus propios matices?

"Hacerse cargo de esas tecnologías no significa necesariamente seguir la corriente. En algunos países latinoamericanos, la Argentina incluida, la tensión entre tecnopoéticas que se suben a la ola de la novedad tecnológica y tecnopoéticas que buscan otras formas de hacerse cargo es quizá más evidente que en contextos donde el desarrollo tecnológico se da de forma incuestionada. Aun así, no es posible simplificar. Hay países latinoamericanos que "venden" para afuera una imagen totalmente modernizadora a través de sus tecnopoéticas sin evidenciar esa tensión que, aunque exista, no se ve tanto. Se podría pensar, por ejemplo, que en países como Brasil o Colombia las tecnopoéticas tienen no sólo mayor desarrollo sino también mayor difusión hacia afuera, hacia el resto del mundo del arte", dice Kozak.

Disciplinas nuevas como el bioarte, que utiliza parte de la investigación tecnológica ligada al cuerpo humano como punto de partida; espacios nuevos como el cibermuseo, cuyas piezas se recolectan y se difunden a través de plataformas multimedia, y nuevas formas de reflexionar alrededor del valor de uso y circulación de la información dentro de una filosofía como la "cultura libre" –cuyo eje son las fronteras culturales y jurídicas de la propiedad intelectual en Internet– son algunos de los asuntos que dan forma a las preocupaciones tecnopoéticas. "Cuando hablamos de tecnopoéticas no estamos considerando sólo el contexto contemporáneo etiquetado como digital o cibercultural. A lo largo del siglo XX existieron otras tecnopoéticas relevantes. Claro que en el contexto actual las relativas a las ciberculturas resultan más evidentes. Su relevancia no se mide necesariamente por cantidad de público ya que conviven al interior de las tecnopoéticas zonas de acceso masivo, la música electrónica o el vjing en el marco de la industria cultural por ejemplo, con zonas más acotadas ya sea por su alto grado de experimentalismo o por su circulación más restringida. Si pensamos en la Web, no basta tener acceso a ella para encontrarse con las tecnopoéticas y mucho menos con las experimentales, ya que los usos y recorridos de la Web exceden ampliamente los de las prácticas artísticas", profundiza Kozak, cuyo trabajo también puede analizarse en Poéticas tecnológicas, transdisciplina y sociedad (Exploratorio Ludión, 2011).

Pero pensar una tecnopoética es pensar, además, un nuevo paisaje de recepción. ¿Cómo se decodifica hoy una disciplina estética? ¿Cómo se percibe su contenido? ¿Qué exige del público (y también del crítico especializado) una tecnología capaz de redefinir las fronteras entre lo que antes podía encapsularse en categorías más cristalinas como "literatura", "cine", "fotografía" o "música"? "Desde los años '60 hasta los '90, y en lo que va del siglo XXI, las tecnopoéticas tienden a desbordar esos límites. La disponibilidad tecnológica facilita fenómenos de interrelación de medios, por lo que muchas veces la comprensión de los procesos tecnopoéticos no puede anclarse en disciplinas artísticas que antes se veían más fácilmente separadas. Sin embargo, quizá porque estamos "en tránsito", y la formación tanto del público como de los especialistas sigue siendo disciplinar, seguimos leyendo mejor "desde" la imagen, el sonido, la letra… Esa lectura, sin embargo, no alcanza. Por el momento resulta por eso quizá más adecuado realizar lecturas colectivas que en conjunto puedan también desbordar una disciplina específica", explica Kozak. "La crítica mira atentamente algo, tiene tiempo para hacerlo, y por eso, como en otros momentos, produce discursos que se suman a los discursos del arte conformando un campo. A la vez, porque se dispone de tiempo, se pueden ver cosas que no son tan evidentes para otros. El crítico no está allí para señalar el camino que otros deberían seguir sino que produce lecturas que permiten auscultar su tiempo, plantear problemas, proponer interpretaciones."

Si "la calle encuentra sus propios usos para las cosas", como ha dicho el escritor cyberpunk William Gibson para referirse a la destreza de los hackers para redefinir, bajo su propio criterio, el valor de uso de la tecnología tal como es inicialmente presentada al mundo, las posibilidades de explorar un nuevo mundo de sucesos estéticos a través de la Web convoca también a ejercer nuevas formas de apropiación. Ese "hackeo", arrastrado por nuevas generaciones, parece haberse instalado como lógica ante un fenómeno que ya se ha extendido a discursos como el cine, la televisión o el periodismo, al punto de colocar en tensión todos los supuestos teóricos y prácticos bajo los cuales habían funcionado hasta entonces.

Desde la autogestión de sitios online hasta la difusión horizontal mediante redes sociales, los nuevos "colectivos de artistas" no requieren de talleres ni atelieres. Aun así, la banda ancha, el ingenio y la voluntad de crear, ¿bastan para convertir a cualquiera en un artista? "No es posible pensar lo digital sólo como una herramienta a total disposición", indica Kozak. "Aun cuando los procesos digitales permiten en potencia la disponibilidad de procesos de creación artística, no todo el mundo se hace artista. Evidentemente. Toda herramienta entra en complejos entramados técnicos y sociales que la contienen. Una máquina, antes de ser técnica –decía el filósofo Gilles Deleuze– siempre es antes una máquina social." «


arte y cultura digital

Marcada por lo que algunos críticos definen como el afterpop, es decir, una narrativa del siglo XXI –de principios homologables ante el resto de las disciplinas estéticas– construida sobre la permeabilidad ante las categorías y las referencias de los últimos estertores de la cultura pop del siglo XX, el arte en la era digital traza posibilidades de pertenencia que no se atan a localismos y que facilitan, mediante sus diversas reapropiaciones, una circulación de escasísimas barreras culturales a través de la Web.

Como paleta de recursos accesibles a través de la tecnología, Internet se ha convertido también en un territorio de disputas legales en torno al arte. ¿Cuál es la frontera de la propiedad intelectual en un espacio aún poco legislado y con producciones constantes? ¿Dónde comienza la genuina creatividad y terminan los ciclos de remix permanente? En tanto uno de los debates más incandescentes a la hora de pensar las renovadas posibilidades de producir arte con nuevas tecnologías, la cuestión sobre el alcance de una "cultura libre" ha sido de enorme relevancia en mercados como el musical. Películas documentales como Rip!: A Remix Manifesto (Brett Gaylor, 2008) retratan el territorio en disputa entre la tradición musical contemporánea y un mercado discográfico que lucha por su propia subsistencia. El documental puede verse de manera gratuita en Internet.

 

poética de los medios masivos

No sólo el arte es tema de análisis contemporáneo bajo la lupa de un nuevo entorno digital. Numerosos ensayistas y académicos argentinos han abordado la cuestión desde aproximaciones ligadas al periodismo y las redes sociales, entre muchas de las diversas formas de producción de discursos afectadas por la tecnología. Atravesada por las mismas inquietudes que las prácticas artísticas, la reflexión teórica y crítica alrededor de los modos en que la Web ha desatado cambios relevantes en el campo político, cultural, económico e incluso sexual ha comenzado a encontrar en los últimos años voces y perspectivas cuya lucidez analítica permiten darle densidad real a cuestiones antes relegadas al equívoco banal de lo virtual.

Propuesto como un manual de laboratorio, Hackear el periodismo (2011), del periodista y analista de medios digitales Pablo Mancini, propuso uno de lo más elocuentes mapas de navegación referidos a la reflexión sobre medios en el siglo XXI, apartando a la práctica periodística del horizonte apocalíptico que parece plantearle la Web para construir las bases de sus nuevos desafíos ante sus nuevas audiencias. En el reciente ebook Los sentidos y las máquinas. La Red Burroughs, Mancini aborda un "ensayo sobre software y vida cotidiana, medios y significados; una reflexión sobre el anuncio de la experiencia cyborg como condición humana, no como elección".

Por otro lado, Facebook es el mensaje (2012), de Guadalupe López y Clara Ciuffoli, explora el antes y el después de las relaciones humanas desde la red social más exitosa de la década. ¿Facebook ha renovado de manera radical los modos de sociabilidad tradicionales o simplemente les ha dado nuevos mitos a viejas prácticas? Por último, compilado por el académico argentino Mario Carlón y el brasileño Antonio Fausto Neto, Las políticas de los internatuas (2012) profundiza la mirada sobre los usos de la tecnología en Internet desde la perspectiva de una nueva construcción de ciudadanía, colocando como uno de sus ejes las tensiones permanentes entre lo público y lo privado.

 



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